sábado, 11 de marzo de 2017

EL PRÍNCIPE FELIZ

En la parte más alta de la ciudad se podía ver la estatua del Príncipe Feliz.  Estaba recubierta por láminas de oro, en sus ojos llevaba dos zafiros y un gran rubí rojo en la empuñadura de su espada.
Era tan bella como lo había sido el Príncipe, digna de admiración para todos los habitantes, sobretodo para los más pequeños.
Estatua


Una golondrina que viajaba a Egipto llego a la ciudad por la noche.  Sus compañeras hacía semanas que habían partido, ella no las siguió pues se había enamorado del más hermoso junco.
Cuando llego el otoño, sus amigas las golondrinas ya no estaban y se sentía sola, y se cansó de su amor el junco.
Cuando llegó a la ciudad lo primero que vio fue la estatua y pensó que era un buen lugar para descansar.

Príncipe Feliz y Golondrina

Cuando estaba punto de dormirse le cae una gota de agua, luego otra.  Mira hacia arriba en busca de nubes pero para su sorpresa lo que caían no eran gotas de lluvia eran lágrimas.
De los ojos del príncipe brotaban lágrimas que recorrían la mejilla dorada de su rostro.

- ¿quién sois?- dijo.
- Soy el Príncipe Feliz
-¿por qué lloráis?- pregunto la Golondrina-. Me habéis mojado.

Cuando vivía, tenia un corazón de hombre - dijo la estatua- no sabía que eran las lágrimas, vivía en el Palacio del a Despreocupación.  No existía el dolor, solo jugaba y bailaba todo el día, era feliz por eso me llamaban el Príncipe Feliz.
Los muros que rodeaban el palacio no le dejaban ver la miseria que había al otro lado, y aunque su corazón sea de plomo el estaba triste y lloraba.

La estatua le pide a la Golondrina que le ayude, llevándole un rubí a una costurera que tenía sus manos muy hinchadas de trabajar.  Ella tenía un hijo muy enfermo, con fiebre y no tenía más que agua del río para darle.
La Golondrina accedió pero le dijo que ella se marcharía al otro día para estar con sus amigas.

El Principe y la Golondría ayudan a la costurera

Al día siguiente la estatua le vuelve a pedir a la Golondrina que le lleve un zafiro de sus ojos a un joven escritor que no tenía para comer y otro zafiro a un niño huérfano. 
Todos recibían contentos y agradecidos lo que la Golondrina les dejaba.
Sin sus zafiros el Príncipe ya no podía ver, y la Golondrina le dice que será sus ojos.  El Príncipe quiere que le cuente todo lo que sucede en la ciudad, y ella así lo hace contándole que un grupo de niños esta pasando frío.
El Príncipe le pide que le arranque láminas de oro que recubrían su estatua para dárselas a esos niños.

La Golondría quita el oro a la estatua del Príncipe

Llegó el invierno y la Golondrina a pesar del frío quería quedarse con el Príncipe.
Por mas que intentaba calentar batiendo las alas no lo conseguía, y comprendió que iba a morir.
Con su último aliento voló hasta el rostro del Príncipe, lo besó y cayó a sus pies.
En ese instante se sintió un crujido en el interior de la estatua, como si se partiera el corazón del Príncipe.

Al día siguiente, las autoridades de la ciudad vieron la estatua fea, sin su oro ni sus piedras preciosas y encima con un pájaro muerto a sus pies, deciden quitarla.
La llevan a fundir para hacer una estatua nueva para el Alcalde, pero observaron que el corazón de la estatua no se fundía y lo arrojaron a la basura donde esta la Golondrina muerta.

Dios pide a un ángel que le llevara dos cosas más bonitas de esa ciudad y el ángel le llevo el corazón de plomo y la Golondrina muerta.

La Golondrina y el corazón del Príncipe

Dios satisfecho le dice que el pájaro cantará por siempre en su jardín y la estatua permanecerá en su ciudad de oro.



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